miércoles, 24 de diciembre de 2008

Por la Alcarria Madrileña.

Que Madrid es un lugar de encuentro de gentes, culturas, pueblos, un crisol donde se funden todas ellas hasta conseguir que nadie se sienta extraño, no puede ponerse en duda. De Madrid al cielo dice el dicho, eso sí a toda velocidad. Hoy traemos a Paraísos de Madrid y como muestra de esta hibridación perfecta, un pueblo navarro, aunque paradójicamente está situado en el Corredor del Henares, en la Alcarria madrileña o alcalaína, en el sureste de la Comunidad. Y no porque de una forma mágica podamos hacer un traslado vertiginoso desde su territorio ancestral hasta aquí, sino porque fue un navarro el que dejo en el paisaje madrileño una muestra evocadora de su valle original. Como alguno ya habrá adivinado se trata de Nuevo Baztán.
Fundado en 1709, fue diseñado y construido por la mano maestra del arquitecto Dº José Benito de Churriguera, creador de un estilo propio (el churrigueresco), un barroco genuino hispano. Levantado en medio del páramo madrileño en terrenos pertenecientes en el siglo XVIII al pueblo vecino de Olmeda de las Fuentes (antes de las Cebollas), por orden de Dº Juan de Goyeneche, un activo personaje de múltiples ocupaciones, y sobre todo de ideas vanguardistas, originario del valle de Baztán, que pretendía abrir en el pueblo, habitado esencialmente por artesanos, y en la ruta Alcalá Toledo, una serie de industrias múltiples entre las que destacarían las del vidrio y la cerámica, de sombrerería, de pieles y telares, sin olvidar el aprovechamiento agrario de los campos del entorno para lo que ordenó las correspondientes plantaciones olivareras y de vides que hicieran rentable la agricultura en una época marcada por el ocaso generalizado del país.
Si la Iglesia dedicada a San Francisco Javier y el palacio adjunto son las muestras representativas de este peculiar paisaje urbano, tampoco debe dejarse de visitar el entorno natural. Nuevo Baztán está situado en plena Alcarria madrileña, lo que es lo mismo que decir en una sucesión continua de morfologías peculiares del terreno, constituidas por los páramos o parameras más altos y las vegas más bajas de los ríos de la zona, caso del Henares, Tajuña o Jarama o sus afluentes, unidas ambas por las laderas en pendiente.
La toponimia de la zona en algunos casos da pistas sobre otros elementos destacados del paisaje. Así, las olmedas; desarrolladas en el contacto litológico entre la codiciada caliza de los páramos para la explotación canterable y las rocas más blandas e impermeables de las unidades litológicas situadas por debajo, las margas y los yesos; y las surgencias de agua en fuentes naturales, son un ejemplo a tener en cuenta.

El entorno alberga, junto a la vegetación típica seudoesteparia de los páramos, árboles y arbustos diversos como los: quejidos, chaparros, álamos, chopos, además de las citadas olmedas, que dan cobijo a una fauna variada entre la que destacan grandes grupos de vertebrados, como: conejos, liebres, jabalíes, así como diversas especies de aves, muchas de ellas en peligro de extinción, como son los sisones, perdices y codornices, águilas perdiceras e incluso reales, halcones peregrinos... . En cualquier caso Siringa recomienda este pequeño paraíso, sobre todo si se quiere encontrar un espacio de sosiego alejado de la vertiginosa vida de la capital, tan próxima.

martes, 9 de diciembre de 2008

Las maravillas del valle de la Fuenfría


Posiblemente uno de los valles con mayor encanto de la Comunidad de Madrid sea el de la Fuenfría. Por su longitud, (6 Km.), su anchura, (2,5 Km.) y su disposición entre crestas en dirección norte sur de forma perpendicular a la Sierra de Guadarrama, hace presumir su encanto natural, aunque tampoco carece de otros valores de carácter histórico.
El propio valle ha sido una encrucijada de caminos desde tiempos inmemoriales, posiblemente incluso desde antes de la presencia de las legiones y ciudadanos romanos en la zona. Culmina con el puerto del mismo nombre que constituye la frontera natural entre la provincia de Madrid y la vecina Segovia. Está limitado en ambos flancos por alturas considerables, algunas por encima de los 2000 metros de altitud, caso de la alineación más famosa de la zona, la de los Siete Picos, (2138 m el mayor de ellos).
La belleza del valle desde todos los puntos de vista, ya sean históricos; con algunos tramos perfectamente conservados de calzada romana y sus correspondientes puentes sobre el arroyo principal de la zona de idéntica época; o naturales, con la presencia de un bosque espectacular con notables poblaciones de árboles y arbustos que es preciso destacar a la vez que contemplar donde se cobijan numerosas especies de animales, lo que le permite ser uno de los predilectos para los visitantes a pie o en bicicleta de montaña, afortunadamente los únicos medios posibles de acercarse a él en toda su extensión.

El acceso hasta las Dehesas de Cercedilla, convertido en lugar de descanso multitudinario es extremadamente fácil para los vehículos a motor y, por tanto, peligroso para la propia conservación del entorno. Desde allí, sale el primer regalo para el caminante, la célebre calzada romana de Cercedilla, así como la conocida carretera de la República, convertidas ambas en las vías de acceso al puerto de la Fuenfría, una y otra tienen distintos grados de dificultad, mucho mayor en los tramos más empinados de la calzada.
Esta construcción es una de las mejores muestras de red viaria de este tipo que se conserva en la Península Ibérica. Su “statumen”, el “rudus” y la “summa crusta” o capa de rodadura está perfectamente conservada. Construida en el siglo I d. C en este tramo tiene una longitud aproximada de unos 2,5 Km., visible de forma discontinua a lo largo del arroyo de la Venta desde su nacimiento en el puerto hasta la carretera de las Dehesas que posiblemente oculte algunos tramos significativos.
Aún está por establecer por qué ciudades pasaba y que puntos unía al no ponerse de acuerdo los distintos autores especialistas en el tema. Lo que si parece evidente es que el territorio carpetano, llamado así por los romanos y hoy ocupado por la Comunidad madrileña, debía ser centro de operaciones y comunicaciones entre las diferentes ciudades de la Hispania Imperial, ya sea en la ruta diagonal Caesaraugusta-Emérita o en la norte sur entre la Astúrica y Córdoba, entre las que deberían encontrarse las tres ciudades que aparecen citadas en los textos clásicos, alguna de difícil ubicación actual, caso de Miaccum y Titulciam, otra de posición reconocida universalmente como Complutum, tanto en la época romana, como en las sucesivas.
De no ascender hacia las cumbres por la calzada romana es posible hacerlo por la carretera de la República, hasta alcanzar los Miradores de los Poetas, en referencia a M. Aleixandre y L. Rosales, asiduos visitantes de la zona, y desde donde no se sabe que es mejor, si que el día este despejado para otear completamente el valle en toda su extensión o que la condensación forme un mar de nubes en él a nuestros pies en sus partes bajas, mientras que el observador queda por encima, en cielos despejados; en cualquiera de los dos casos el espectáculo visual está garantizado.

Después de descansar y reanudar el camino, es obligatorio pasar sucesivamente por el Reloj de Cela, la pradera de Navarrulaque para ir ascendiendo hacia el puerto de la Fuenfría haciendo una parada especial en la llamada Ducha de los Alemanes, en el arroyo de la Navazuela, un pequeño salto no tan espectacular en altura como bello en el paisaje, para una vez alcanzado el collado, continuar bien por la izquierda hacia la Fuente de la Reina y el valle de la Acebeda o las conocidas “siete revueltas” del Puerto de Navacerrada, o por la Fuente Herreros e iniciar el camino Smichd que a través de un bosque denso al norte del Collado Ventoso, los Siete Picos y el Telégrafo, que nos irá aproximando al puerto de Navacerrada.

El bosque de pino silvestre es el característico de todo el valle, hasta enlazar, en su momento con el de Valsaín. Aunque la floresta también permite la presencia de otros árboles de hoja caduca, sobre todo en el arroyo de la Venta que es el que sigue primordialmente la calzada y en las zonas más bajas del valle, para culminar en las crestas más altas con las praderas de matorral de alta montaña.
Perdida definitivamente la fauna carnívora representada en su momento por el lobo, el oso o los linces, aún son posibles ver en la zona otras especies protegidas como los buitres negros, las águilas imperiales, así como la célebre Graellsia isabellae, una mariposa nocturna de excepcional belleza, característica de los sistemas orográficos como el madrileño, donde constituye uno de los endemismos típicos.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Campos de Aranjuez

Habitualmente, las referencias paisajísticas que se suelen hacer a los sitios emblemáticos de cualquier lugar del globo tienen como principales protagonistas a los bosques frondosos, ya sean perennifolios, caducifolios o mediterráneos (si hablamos de parajes generales de la península ibérica). Aderezado con un sotobosque no menos tupido con arbustos típicos perfectamente adaptados a la zona que se considere, ya sean helechos, jaras, zarzas, … .
En nuestro espacio Paraísos de Madrid también se han sacado algunos de estos sitios con esas peculiaridades; válganos como muestra algunos de los puntos seleccionados hasta la fecha. Sin embargo, hoy nos vamos a acercar a un paraje que por insólito no suele salir en las preferencias de la gente, pero que indiscutiblemente también tiene su encanto. Nos referimos a las zonas septentrionales de la Comunidad de Madrid, en las proximidades de las vegas atravesadas por el río Tajo, próximo a Aranjuez, en el camino natural hacia la ciudad imperial de Toledo.
Como puede observarse, no se trata de una zona boscosa donde predominen, robledales, saucedas, encinares o pinares, ni siquiera arbustos exuberantes, sino únicamente matorrales de unos tipos característicos, como son los orgazales, en ocasiones los ontinares, espartales y los albardines entre otras plantas peculiares por lo exóticas perfectamente adaptadas a unas condiciones ecológicas extremas donde se imposibilita la presencia de otras quizás más espectaculares. Todas ellas típicas del denominado piso mesomediterráneo, de ombrotipo climático calificado como semiárido.

El conjunto de las plantas dominantes citadas son originarias, en su mayoría, del mediterráneo oriental, habiendo migrado hacia el oeste hasta llegar aquí donde han encontrado un espacio suficiente para colonizar terrenos con unas características especiales en cuanto a su composición.
Crecen próximas a campos de cultivos permanentes o abandonados, fuertemente antropizados que impiden el desarrollo de otras plantas más sofisticadas, que aprovechan para medrar en los suelos salinos de naturaleza yesífera y nitrosa de la zona con un cierto grado de inundación gracias a la formación de cuencas endorreicas de dimensiones más o menos reducidas en rocas de edad cenozoica.
En definitiva, se trata de plantas capaces de colonizar hábitat inhóspitos para la vida vegetal en general, que se encuentran en equilibrio inestable y son muy susceptible a los cambios, por lo que se hace también prioritaria su conservación. Forman conjuntos abiertos entre cuyos claros se ubican otras especies xerofíticas, así como arbustos pequeños del tipo del romero y del tomillo, sin lugar a dudas, con una belleza innegable que reclamaba por derecho propio su aparición en nuestra página de Siringa.

domingo, 26 de octubre de 2008

El Valle del Lozoya.

Paraísos de Madrid recomienda hoy uno de los espacios más visitado del territorio madrileño a lo largo del tiempo como es el Valle de Lozoya. La constancia más antigua de la presencia de “madrileños” en él data de, al menos, 63.400 años, durante el periodo prehistórico denominado Paleolítico medio, al haberse encontrado en Pinilla del Valle y en un abrigo de un paleocauce fluvial restos fósiles, concretamente dos molares, pertenecientes a un Homo de Neanderthal que junto con huellas de hogares y restos de utensilios empleados por este grupo de homínidos nos indica que estos cazadores intrépidos se habían percatado en aquel momento de las excelencias del paisaje y de las posibilidades de subsistencia que les ofrecía la zona, sobre todo en carne fresca de gamo, uro, (bóvido con cierta semejanza al toro), rinocerontes, ciervos, en competencia directa con los osos y las hienas, cuyos huesos también parecen abundar en el mismo yacimiento.
El valle del Lozoya, de unos veinticinco kilómetros de longitud y seis de ancho, es íntegramente madrileño. Está enclavado en pleno Sistema Central, una cadena orogénica constituida por rocas antiguas de composiciones diversas y de edad paleozoica deformadas intensamente por la orogenia Varisca que fueron reactivadas con posterioridad por los movimientos alpinos, ya en el Terciario avanzado.
Estructuralmente, el valle y las dos principales alineaciones montañosas de dirección suroeste noreste que lo limitan constituyen una serie de bloques levantados y hundidos limitados por fallas. Somosierra al norte y la Cabeza de Hierro al sur, son las elevaciones (pop-ups, en la literatura geológica), mientras que el valle en sí se corresponde con un bloque hundido entre los anteriores (pop-down). Incluso los profanos en la materia pueden percibir estos hechos al hacer una observación en el sentido longitudinal del valle.


La geomorfología de la zona no puede ser más variada, desde la derivada de la actuación del hielo y las nieves en las líneas de cumbres, con fenómenos de glaciarismo en el Alto Valle, (Circo y Laguna de Peñalara, recogidos en otro apartado de este blog) y periglaciarismo generalizado en el resto, dan paso a laderas y fondos de valle ocupadas por vegas, rellenas por sedimentos acarreados por los conos de deyección y los glacis de acumulación desde las laderas.
Si el valle del Lozoya es geológicamente interesante, su biodiversidad podría considerarse también como espléndida. La vegetación se dispone en las laderas de acuerdo con la distribución altitudinal característica, de manera que el ascenso desde las partes bajas del valle por cualquiera de las carreteras que nos llevan a la vecina provincia segoviana al norte (Puerto de Navafría) o hacia Miraflores de la Sierra al sur, (Puertos de Canencia y la Morcuera), permite observación de los distintos pisos de vegetación adaptada a las condiciones climáticas y orográficas del área.
Desde las vegas, donde abundan los chopos, álamos, sauces en los bosques de ribera de los numerosos ríos y arroyos de la zona; y las fresnedas adehesadas, entre los sotos y los pastizales, puede diferenciarse a medida que se asciende, el denominado piso de vegetación mesomediterráneo constituido por el encinar, que progresivamente da paso al piso llamado supramediterráneo conformado por los rebollos o melojos, el robledal típico, que alberga en su interior abundante pino de repoblación, abedulares, serbales aislados, tejos y acebos. Culminando en las zonas más altas con el piso oromediterráneo de piornal, enebro rastrero entre otros arbustos que comparten espacio aquí con pinares autóctonos, y ya en las cumbres con las praderas adaptadas de las condiciones nivales más extremas.

Describir la biodiversidad de fauna haría exhaustiva la lista, valga con recoger a modo de cita la presencia de grandes y pequeños mamíferos, como el corzo, el gamo, el jabalí, el zorro o las ginetas; de aves predadoras surcando los cielos a cualquier hora del día como el majestuoso buitre o los halcones peregrinos, u otras más o menos visibles alegrando el paraje desde los árboles con sus cantos específicos en sinfonías interminables. Anfibios y reptiles esquivos junto con otros invertebrados no menos bellos completan el cuadro.
En definitiva, una recomendación de visita a la naturaleza y a los pueblos del entorno que no puede dejar de hacerse, eso sí, de acuerdo con las elementales normas de comportamiento y respeto que desde Siringa siempre se preconiza.

lunes, 8 de septiembre de 2008

Valle de La Barranca.

Volvemos a la naturaleza más rotunda de la Comunidad de Madrid, para traer al espacio de Paraísos otro paisaje excepcional como es el valle de La Barranca; una zona reservada dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, al pie mismo de los altos de Las Guarramillas y de La Maliciosa.
Gran número de excursionistas, senderistas de hecho e incluso deportistas se acercan a él sin dificultades desde el pueblo de Navacerrada buscando como referencia orientadora el hotel del mismo nombre o la conocida escuela de hostelería, instalada en un edificio anexo del antiguo hospital de disminuidos psíquicos hoy demolido, que a su vez estuvo dedicado antes a la curación de los enfermos de tuberculosis, sin duda gracias a la pureza de los aires que se respiran en la Sierra; y como objetivos por cumplir, encontrar la tranquilidad de sus espacios, el sosiego relajante; los senderos que hacen camino o las abruptas pendientes del “kilómetro vertical de la Barranca” para entrenar músculos y poner a punto el corazón ante futuras competiciones.
El ascenso por el valle se realiza entre una arboleda en continua transición compuesta esencialmente por encinas, rebollos, robles, pinos silvestres, albar o pinos de Valsaín, estos últimos en las zonas más altas antes de llegar a las crestas. Majestuosos en su porte, de tallos asalmonados cuando pierden naturalmente su corteza, forman un tupido bosque de repoblación/explotación con la suficiente umbría como para no pasar calor en el intento de marcha rápida ni siquiera en las épocas del estío más acusado, y con los claros necesarios para solearse lo preciso en un ambiente húmedo aportado no solo por las plantas sino también por las dos presas sucesivas instaladas sobre el río Navacerrada, que antes, en su cabecera, cerca del cordal fue arroyo, el de la Peña Cabrita encajado en su garganta, la del Infierno, y después, aguas abajo, el Samburiel, antes verter sus aguas al Manzanares ya en el Real pueblo.

Los helechos, los arbustos espinosos y pringosos como el rosal silvestre, las zarzas, el tomillo, el romero, la jara,… , además de herbáceas autóctonas caso del azafrán serrano y la gayuba, esta última con múltiples aplicaciones ecológicas e incluso médicas, ya que sus estructuras constituyen un eficaz paraguas contra el impacto violento de la lluvia, es una fuente especial de abono nitrogenado, posee una capacidad de absorción del agua de escorrentía superficial que la convierte en un protector ideal del suelo edafológico frente a la erosión activa y de la que, para colmo, se extraen los principios inmediatos necesarios para la curación o alivio de infecciones urológicas clásicas, caso de la cistitis y de la uretritis, ¡hay quién de más por menos, en los alrededores!.
Todos ellos y muchos más, constituyen el “cortejo vegetal”, el sotobosque y el tapiz superficial del valle, encajado entre los collados que apuntan hacia las cimas que lo cierran al poniente, como las del cordal de las Cabrillas, con la Peña Horcón, Emburriaderos y el col de la Cabrita, mientras que la Bola del Mundo, las Guarramillas y la Maliciosa lo hacen a levante; antes de dar paso a una vegetación típica de alta montaña, adaptada a unas condiciones climáticas extremas, como los piornales, los enebros rastreros, los herbazales de altura y los cervunales, de escaso desarrollo vertical, situados a pocos centímetros sobre un suelo más o menos pelado, descarnado por efectos de una gelifracción intensa en los crudos inviernos, actuando sobre un sustrato con huellas de morfología glaciar mucho más antigua.
En un paisaje como este no es de extrañar la presencia de jabalíes, rebecos, cabras montesas y otros herbívoros, otra cosa es su visualización; ni el vuelo majestuoso de grandes pájaros como los buitres leonados o la cada vez más escasa águila imperial, oteando desde las alturas sus posibles fuentes de comida, todos ellos entre una cohorte de alados negros próximos al suelo, de graznidos estridentes, cuervos, cornejas, grajas. Ardillas saltarinas o reptiles a la caza del rayo activador, entre un sin fin de invertebrados completan el espectáculo visual, al que deben acercarse, como recomendación reiterada, con la sana intención de integrarse en él, no de constituirse en su pieza negativa destacada.

(Imagen superior tomada de www.sistemacentral.net/foro/viewtopic.php?t=3...)

domingo, 3 de agosto de 2008

FUENTIDUEÑA DE TAJO.

A Paraísos de Madrid, dentro de nuestra revista escolar Siringa, traemos hoy un lugar que, al menos para nosotros, llama la atención no sólo por las características naturales que lo adornan sino por las circunstancias históricas que forman parte de su acerbo cultural. Nos referimos a Fuentidueña de Tajo, (la Fuente de la Dueña, en referencia doble al manantial más conocido del pueblo y a su dueña, que no es otra que doña Urraca).
Aunque como en otros capítulos de Paraísos muy bien se podrían reflejar aquí las características naturales del entorno como la dinámica fluvial de un río como el Tajo que atraviesa su territorio municipal en toda su extensión construyendo un valle de horizonte infinito, con una amplia llanura de inundación aprovechada por cultivos por donde discurren meandros interminables de curvatura pronunciada. Morfología fluvial general, de remansos tranquilos, alguno incluso famoso como el de la Tejera, ideal para el descanso actual y, sobre todo, el de los pastores que aprovechaban la Cañada Real Soriana en su trashumancia al sudoeste, con su correspondiente vegetación de ribera, su fauna esteparia en las proximidades, la autóctona como de paso, la vegetación del entorno, e incluso el origen geológico del manantial que da nombre al pueblo. En esta ocasión, sin que sirva de precedente que también podría ser en otros casos, lo hacemos desde el punto de vista de su historia.

En un itinerario hacia el levante valenciano, y antes de la visualización incluso del pueblo, es posible ver ya “su castillo”; denominación digamos algo vulgar si se compara con sus otras referencias toponímicas más acordes con el pasado al que nos referimos, como la “Torre de Piquillos” o la “Torre de Doña Urraca” o de “Santiago”; sustituto al parecer del morisco de la Alfariella o Alarilla.

Evocador de luchas; de encierros reales o de adelantados ambiciosos; de Reconquista medieval frente a los organizados ejércitos de al-Andalus; de recuerdos a Alfonso VI, a amoríos ciertos o ficticios con la bella Zaida, a Alfonso VIII, a Alfonso I el Batallador, al comendador Mayor de Castilla, a Pedro Manrique y a Álvaro de Luna presos no menos ilustres de sus mazmorras, a Maestrazgos, a Encomiendas, a Órdenes Militares con la de Santiago a la cabeza.
A los antecedentes medievales apuntados hay que unir los visigodos y romanos, y los posteriores de las capillas y ermitas de sus devociones, tales como las de San Andrés y de la Virgen de Alarilla con no menos tradición que las señaladas, la Fuente de la Dueña ya citada o el puente de hierro del XIX. En definitiva un pueblo, que como muchos otros, goza de un encanto especial y que por méritos propios merece estar en este apartado de Siringa.

miércoles, 23 de julio de 2008

LAGUNA DE SAN JUAN.

Paraísos de Madrid retorna de nuevo al Sur de la Comunidad, para mostrar en esta ocasión otro paraje protegido, en este caso de nuevo acuático, un humedal como otros que abundan en la zona. La Laguna de San Juan. Una lámina de agua de 40 ha de extensión superficial, con forma triangular distribuida en un doble espacio separado por un dique; su profundidad oscila entre los 70 cm y los dos metros, estos últimos en los canales de drenaje centrales de la laguna. Situada en la margen derecha del río Tajuña antes de su confluencia con el Jarama, a una legua escasa de distancia de dos de las localidades importantes del lugar, Titulcia y Chinchón.
La masa de agua proviene del acuífero de la vega del río, de los aportes que pueden llegar por la escorrentía superficial e incluso, en su tiempo, de los del propio río Tajuña en sus épocas de avenida. Dada su fragilidad estacional, que la hacía desaparecer antaño en las épocas de estiaje, y gracias, en este caso a la actividad humana que ha drenado el terreno para permitir el afloramiento del agua en este espacio semi endorreico con una salida en uno de sus extremos, se ha recuperado el lugar para los humedales, estando protegido desde el año 1991 por la legislación ambiental madrileña.

La propia vega del río es en sí misma de una belleza singular; es aprovechada con fines agrícolas por numerosos campos de cultivo de maíz, ajos, judías, hortalizas y cereales, y está orlada por una sucesión de chopos, fresnos, olmos, tarays y sauces; que junto con los carrizos y juncales, que rodean y se adentran en la propia laguna, constituyen la vegetación dominante en la zona y que hacen, en ocasiones, invisible al agua, incluso desde la misma orilla. Por eso, es recomendable su observación a una determinada altura sobre sus riberas desde cualquiera de los promontorios próximos.
El valor ecológico de la Laguna de San Juan, viene determinado por ser un espacio ideal para el descanso y la nidificación de aves acuáticas, tanto de paso como autóctonas, de las que merece destacarse entre otras a la cigüeñuela, la garza real, la focha común y distintas clases de ánades.
Es posible la observación de rapaces, como el aguilucho lagunero, los halcones peregrinos, o el alimoche. No pueden olvidarse tampoco las aves de praderas cerealistas como la majestuosa avutarda aventurada en espacios ajenos desde las estepas próximas; los alcaravanes, estorninos…, asociados al arbolado del lugar.
Los peces se desarrollan en la charca al parecer sin aparentes limitaciones, siendo típicos de ella el barbo y la carpa, mientras que en las riberas son frecuentes los anfibios como las ranas, los sapos; los reptiles y los numerosos quelonios. E íntimamente ligados a ella, también son comunes los mamíferos del tipo de los jabalíes, los zorros, … .

Los cantiles arcillo-yesíferos con cortados verticales que limitan la vega del Tajuña y la Laguna de San Juan constituyen el asiento perfecto para una fortaleza singular, el castillo de Casasola, que se erige en vigía intemporal de estos campos. Construido por un hidalgo de Castilla, Dº Juan de Contreras, en el siglo XV adaptándose geométricamente a la superficie disponible, de ahí su forma irregular, tenía como objetivo esencial el de constituirse en un dominio señorial en el momento y, más tarde, de indiscutible valor estratégico para la época, lo que supuso no pocas desavenencias con las autoridades locales de Chinchón.
El estudio ecológico del entorno de la Laguna de San Juan, junto con el histórico artístico derivado de las localidades más próximas, permite a Siringa la recomendación de una visita de acuerdo siempre con las normas de conservación que tan extraordinario lugar merece.

domingo, 22 de junio de 2008

LA PEDRIZA.

En Paraísos de Madrid saltamos de nuevo a la zona meridional de la Comunidad para considerar en esta ocasión uno de los lugares con mayor encanto de Madrid entre la inmensidad de posibilidades que esta provincia ofrece. Es la Pedriza. Situada en las proximidades del pueblo de Manzanares el Real forma parte del Parque Regional de la Cuenca Alta del río Manzanares, declarado por la UNESCO como Reserva de la Biosfera en el año 1992.
El paraje ubicado en la Sierra del Guadarrama está constituido por rocas ígneas plutónicas mayoritarias del tipo del granito junto con otras metamórficas, los gneises, de edad paleozoica; ambas formadas en el interior de la Tierra aunque por procesos diferentes, magmáticos las primeras y de transformación a alta presión y temperatura de otras rocas preexistentes las segundas, que al aparecer en la superficie por los fenómenos tectónicos alpinos posteriores a su génesis y los erosivos más recientes aún han experimentado un proceso de diaclasado intenso que ha sido aprovechado por la erosión para canalizar en él su fuerza destructora y modeladora (en bolos) hasta conseguir en el entorno unas geoformas caprichosas capaces de sugerir en el observador las más inverosímiles y fantasmagóricas figuras.
Algunas de las visiones del visitante primitivo que desde los tiempos paleolíticos hasta la actualidad, pasando claro está por las legiones romanas, los visigodos y los árabes se han acercado a sus faldas, han quedado para siempre en la toponimia local, como el majestuoso Yelmo, quizás el emblema de la Pedriza, (conocido antiguamente por la Peña del Diezmo), un domo granítico abovedado de lisas superficies y paredes subverticales, descrito ya con su nombre actual por Alfonso X el Sabio en el libro de las Monterías en 1350, y que es visible desde Madrid en los días claros y soleados en los que la contaminación capitalina no cubre con su boina negra los cielos urbanos, los de la rampa de transición serrana y casi, los de la propia sierra.
Yelmo tan famoso como aquel de la invisibilidad de Hades robado por Perseo; o el de Ulises, de cuero recio y cinchas fuertes defensor de la testa de su dueño; o el yelmo que no bacía, más reciente de Mambrino, usado por el legendario Caballero de la Triste Figura en sus aventuras por los campos manchegos. Las Torres, la Dehesilla de la Silla, el collado de La Ventana o la Bola de los Navajuelos, hasta culminar en la Cabeza de Hierro, cumbre cimera como no podría ser de otra forma de los berruecos citados a 2383 metros de altura, o acaso son 2386, que viene a ser lo mismo. Sin olvidar los canchos, como el conocido Cancho de los Muertos refugio de bandoleros en la imaginería o certidumbre del paisanaje, Canto Cochinos, El Pajarito, la Campana, entre otras muchas pedreras, canchales o barruecos con nombres propios.
Si el roquedo es aparentemente lo más significativo de La Pedriza, la variedad de ecosistemas sustentados esencialmente por la vegetación sobre él, en ocasiones abriéndose paso entre los mismos riscos, lo caracterizan hasta conseguir la categoría de espacio único no sólo geomorfológico sino ecológico en todos sus aspectos.

Son muy abundantes en las zonas más bajas los alcornoques y los robles, con un estrato arbustivo formado por jaras, zarzas, retamas, tomillo, romero,… capaces de aromatizar la zona en varios kilómetros a la redonda, para pasar sucesivamente a un pinar abriéndose paso entre las rocas de cota media y culminar con los enebros rastreros y el piornal, adaptados de forma extraordinaria a la climatología más extrema de las cumbres.
De la comunidad animal merece destacarse al buitre, amo y señor de las alturas, la cabra montesa perfectamente adaptada al ambiente, el ciervo, gamo, corzo, jabalí, zorro, conejo, liebre y una extensa lista de poblaciones autóctonas no más importantes que los invertebrados que completan la biocenosis.
Por todo ello, desde Siringa recomendamos a los lectores la visita, siempre que se haga con los hábitos más respetuosos para tan singular paisaje.

domingo, 25 de mayo de 2008

MAR DE ONTÍGOLA.

Paraísos de Madrid se acerca hoy a otro bello lugar de la Comunidad de Madrid; el Mar de Ontígola, un mar tan peculiar que en su entorno las mariposas sustituyen a las gaviotas.
Situado en el sur provincial, a las afueras de Aranjuez. En realidad se trata de un embalse construido por Juan de Herrera en el siglo XVI, (1572) a instancias del rey Felipe II para el suministro de agua al Palacio y los jardines del Real Sitio. De reducidas dimensiones, presenta alrededor de setecientos metros de largo por ciento cincuenta de ancho y cinco de profundidad máxima, en unas 635 hectáreas de superficie.
Hoy en día, después de casi cuatrocientos cincuenta años desde su construcción, es un humedal donde prolifera la vegetación palustre con abundante presencia de carrizales, juncales y espadañas, que dan cobijo a numerosas especies de invertebrados además de reptiles, anfibios, aves y mamíferos.
Mimetizado actualmente en el paisaje yesífero destaca por sus especiales características ambientales que llevaron en 1994 a convertirlo en Reserva Natural junto con El Rejagal, la mejor muestra de coscojar de la Comunidad. Un espacio protegido por su especial interés entomológico, con numerosas especies de lepidópteros, algunas endémicas, considerado como la “quintaprioridad mundial de conservación de estos insectos”.
La Reserva El Rejagal-Mar de Ontígola alberga más de setenta mariposas diurnas y más de cuatrocientas nocturnas, un 10 % de las existentes en Europa, junto con novecientas especies de vegetales, más que las que existen en toda la Gran Bretaña. Pero además de Reserva Natural, se cataloga como Zona ZEPA, de especial protección de aves autóctonas y migratorias de los "Carrizales y Sotos de Aranjuez" y humedal protegido según la Ley de Protección de Embalses y Zonas Húmedas de 1990.
Si uno se aproxima a visitar este espacio debe recordar y, poner en práctica, las recomendaciones más exquisitas en relación con la conservación puesto que su equilibrio natural es de por sí precario al estar rodeado por una urbanización aún más exuberante que su vegetación.

miércoles, 23 de abril de 2008

CUEVA DEL REGUERILLO.

La belleza natural que en superficie ofrece la Comunidad de Madrid y que inspira el espacio Paraísos de Madrid dentro de Siringa Verde contrasta con otra, no menos bella y natural, que se presenta en su subsuelo. Es la cueva del Reguerillo. Situada en el cerro de la Oliva, enclave morfológico de tipo cuesta, desarrollado sobre rocas carbonatadas de edad cretácica situadas sobre otras metamórficas paleozoicas, que está diseccionada por el arroyo de Valdentales al O y el río Lozoya al E, en el término municipal de Patones, y bajo el que se ha desarrollado un complejo kárstico de unos 9 kilómetros de longitud con múltiples formas, esencialmente endokarsticas. Entre mediados los años 50 y los 80 del siglo XX se procedió, gracias a la actuación de diversos grupos espeleológicos de varias sociedades, a las labores de exploración sistemática que permitió el reconocimiento general de la cueva, la elaboración de su topografía y su investigación científica.


El conjunto de conductos y galerías se desarrolla en tres niveles o pisos, correspondiendo la entrada clásica por la zona del arroyo de Valdentales, en el primer piso, donde se abre el Vestíbulo que se ve en la fotografía elegida como ilustración, hasta la salida por el tercer piso al otro lado del cerro y sobre la presa del Pontón de la Oliva. El Vestíbulo da paso por una gatera como otras muchas que el visitante puede encontrar en su camino, (no debe extrañarnos el nombre, ¿acaso no son llamados “gatos” los habitantes de Madrid?), al Lago, un encharcamiento de galería fácil de salvar dejando a un lado un colapso profundo antes de llegar a dos salas amplias de las que parten dos caminos; uno conduce al Confesionario y a la sala del Misterio, sugerentes nombres para incluir de una manera u otra las formas fantasmagóricas de las figuras humanas a la luz del candil de carburo; el otro al Tubo, un conducto vertical que permite el paso al segundo nivel.

El resto de las estancias con sus formaciones geológicas asociadas, tienen nombres tan atractivos como el Tobogán, la Culada o el Jaboncillo, y permiten, ya en el nivel 2 atravesar el Laberinto para llegar al Dormitorio por la Directísima, y a la Gran Sala y de ahí a la Gran Vía, otro nombre con connotación castiza, desde donde es relativamente fácil acceder a ver las Piernas de Sofía, (dos bellas columnas pétreas en el camino), visitar un México muy distinto al de Agustín Lara, a la sala del Perro que Fuma, al Estribo, o al Órgano, directamente hacia la angosta salida sobre la presa del Pontón de la Oliva.

La Cueva del Reguerillo ha sido visitada desde hace 100.000 y hasta los 40.000 años antes del presente, tanto por animales como por humanos. Entre 1970-74, los estudios científicos llevados a cabo por Trinidad Torres mostraron la evidencia de huellas fósiles marcas de osos de las cavernas, (Ursus speleanus), de pinturas rupestres esquemáticas, restos cerámicos, así como numerosos grafítis, costumbre al parecer practicada desde hace siglos por visitantes madrileños y foráneos desde al menos el siglo XVII, que complementan la información que se tiene desde el año 1826, cuando el clérigo Sebastián Miñano, en el Diccionario Geográfico y Estadístico de España y Portugal la cita por primera vez.

Desde mi primera entrada en 1971 hasta la actualidad, tanto los geólogos como los espeleólogos madrileños hemos visto el ataque sistemático sufrido por la cavidad por gente escasamente cuidadosa, advenedizos del mundo subterráneo capaces de contaminar la laguna Estigia y poner en cuarentena al mismo Caronte y al can Cerbero, que han ido arrancando estalactitas y estalagmitas, dejando sus inmundicias o pintando en las paredes frases que avergonzarían a Abaddon, y que han ocasionado impactos graves, no se sabe si irreversibles.

En la actualidad la Cueva del Reguerillo ha sido cerrada por la Dirección General del Patrimonio de la Comunidad de Madrid en el intento de poder recuperar el valioso legado de la historia para el conjunto de la ciudadanía. Si bien no faltará quién considere la medida inapropiada y reclame su uso indiscriminado, independiente de las posibilidades más o menos remotas de que todavía aporte datos científicos de interés.

lunes, 7 de abril de 2008

LAGUNA DE PEÑALARA

Traemos hoy a este espacio uno de los lugares más emblemáticos de la Comunidad de Madrid: la laguna de Peñalara; que como vds. saben es una muestra excelente de laguna glaciar desarrollada en un circo de la idéntica génesis limitado por los correspondientes depósitos morrénicos, todos ellos de edad cuaternaria, y que está situada por encima de los 2000 m de altitud en el Parque Natural de su mismo nombre.

Y lo hacemos no para contar su historia geológica, sino para señalar una peculiaridad desconocida por muchos madrileños y foráneos a la vez que cierta, entre las muchas fábulas, historias y supersticiones atribuidas a ninfas, genios o animales exóticos y extravagancias varias que según dicen habitaban estos parajes. Y no es otra que su uso deportivo hasta un determinado momento, (inicio de la década de los años 90 del siglo XX), como piscina “más o menos olímpica”, de aproximadamente 80 metros de longitud y aguas limpias y cristalinas a 5 o 6 ºC, donde se desarrollaba tradicionalmente (70 ediciones) una travesía a nado por nadadores aficionados, excursionistas habituales y atletas consagrados del momento, que llegó a ser presenciada, incluso, por varios miles de personas.

Es lógico que, en aras a la conservación, tuviera que prohibirse a partir del año 1992, a instancia de los propios organizadores de la prueba; por otro lado los mayores amantes de la sierra madrileña, y que, siendo conscientes del deterioro del área por los fenómenos de erosión asociados a la eliminación de la cobertera vegetal, la compactación de los suelos de las laderas, la contaminación de las aguas, los procesos de eutrofización, además de la introducción inconsciente o desaprensiva de especies alóctonas en la laguna …; así se lo aconsejaron a los responsables administrativos del Parque Natural de Peñalara como medida de protección. Es evidente, que el deterioro sufrido en aquel momento, subsanado después, no puede atribuirse a un uso específico y concreto en exclusividad, el que significaba la travesía el primer domingo de agosto, sino a las facilidades que en su momento se dieron para el acceso al llamado macizo de Peñalara con la estación, actualmente desmontada, de Valcotos.

Por todo ello, es recomendable que el lector, además de acercarse al lugar para disfrutar de su belleza espectacular, y siempre con el debido respeto a la naturaleza y a las normas dictadas para su protección y conservación; se aproxime también a las historias de todo tipo que en relación con la laguna se encuentran en los distintos medios de comunicación, no menos bellas y sugerentes.

miércoles, 27 de febrero de 2008

Bad-lands.


Desde la exuberancia verde del hayedo de Montejo o del parque por excelencia de Madrid, nos vamos en esta ocasión a la belleza singular de las tierras yermas de la Comunidad, tierras peladas, erosionadas activamente por la acción de las aguas de escorrentía superficial; denominadas precisamente por ello, tierras malas (bad-lands), del Pontón de la Oliva, en el este de la provincia de Madrid en la linde con la de Guadalajara.
Las luces y las sombras del Sol del medio día, casi en la cresta del duro sendero por el que se asciende a la cima, dan al lugar un aspecto fantasmagórico, de misterio, entre los capirotes que forman los pináculos de roca coronados por conglomerados majestuosos que pretenden perpetuarse en la vertical, (chimeneas de hadas) y las cárcavas cada vez más profundas que acaban por entrelazarse para formar una torrentera única que desemboca bravamente en épocas dinámicas en el río Lozoya que corre por su base después de salvar la presa del Atazar y la menos funcional del Pontón.

sábado, 9 de febrero de 2008

Casa de Campo.


Hayd Park, Central Park, Bois de Boulogne..., son algunos de los tantos y tantos parques urbanos de los que presumen, posiblemente con razón, las principales capitales europeas y mundiales. Sin embargo, La Casa de Campo de Madrid es, tanto por ubicación, en el centro de la ciudad, como por dimensiones, posiblemente el mayor parque urbano del mundo, un lugar privilegiado al que con todos los respetos no pueden llegar otros.

Es lugar de encuentros atléticos, crisol de ilusiones de victorias personales en maratones lejanos; ruedo de lances imposibles al viento de toros imaginarios; mar interior de rápidas piragüas en competición con patos veloces bordeados de sabios pescadores sin muerte y cormoranes activos, alegría infantil alimentando carpas gigantescas; piletas de recreo y competición en medio de sugerentes propuestas gastronómicas para reponer fuerzas; Liceo de notas agudas al ritmo de carpinteros en la percusión, Garabitas-Montirolos rompe piernas de Induraíns, Pereiros o Contadores anónimos, ecosistema ideal para paseos y picnic relajantes, con posibilidad de viajes imaginarios a otros con faunas exóticas, lugar de encuentro de juventud ávida de emociones fuertes en cacharros voladores, y muchas cosas más que para muchos de nosotros es, el mejor parque del mundo.

miércoles, 6 de febrero de 2008

Hayedo de Montejo



Si en la primera imagen nos íbamos hacia las cumbres más altas de la Comunidad de Madrid, en esta ocasión lo hacemos hacia una de las más verdes y espectaculares. La del Hayedo de Montejo de la Sierra en la zona de cabecera de uno de los ríos emblemáticos madrileños, el Jarama. Sitio de interés nacional desde 1974, y Reserva actual de la Biosfera.

No hace falta decir que las hayas son sus protagonistas especiales creciendo en una ladera gracias a cuya umbría permanece, esperemos que durante mucho tiempo, una vegetación típica caducifolia centroeuropea que puede considerarse casi como exótica en estas latitudes tan meridionales. La vegetación asociada a las hayas, de robles, cerezos silvestres, avellanos, abedules, rebollos, acebos o servales entre otros, junto con la fauna que utiliza el hábitat por ella formada, sobre todo de grandes herbívoros, como el corzo, jabalí, zorro, y las abundantes aves, lo hacen excesivamente atractivo al turismo, como para tener que regular las visitas en cualquier caso guiadas como mecanismo de preservación.

sábado, 2 de febrero de 2008

Peñalara

Pico de Peñalara. Cota máxima de la Comunidad de Madrid.

DE MADRID AL CIELO

Que Madrid es especial , no hay duda. Y no es chauvinismo. Las imágenes de este blog lo demostrarán con creces. Sus paisajes de montaña, llanura y piedemonte. Sus riberas y bosques. Sus parques urbanos. Sus cielos inigualables...... DE MADRID AL CIELO.

Y es la opinión de una persona no nacida en Madrid, pero compartida por la mayoría de los que aquí vivimos.
Hija adoptiva de Madrid