domingo, 3 de agosto de 2008

FUENTIDUEÑA DE TAJO.

A Paraísos de Madrid, dentro de nuestra revista escolar Siringa, traemos hoy un lugar que, al menos para nosotros, llama la atención no sólo por las características naturales que lo adornan sino por las circunstancias históricas que forman parte de su acerbo cultural. Nos referimos a Fuentidueña de Tajo, (la Fuente de la Dueña, en referencia doble al manantial más conocido del pueblo y a su dueña, que no es otra que doña Urraca).
Aunque como en otros capítulos de Paraísos muy bien se podrían reflejar aquí las características naturales del entorno como la dinámica fluvial de un río como el Tajo que atraviesa su territorio municipal en toda su extensión construyendo un valle de horizonte infinito, con una amplia llanura de inundación aprovechada por cultivos por donde discurren meandros interminables de curvatura pronunciada. Morfología fluvial general, de remansos tranquilos, alguno incluso famoso como el de la Tejera, ideal para el descanso actual y, sobre todo, el de los pastores que aprovechaban la Cañada Real Soriana en su trashumancia al sudoeste, con su correspondiente vegetación de ribera, su fauna esteparia en las proximidades, la autóctona como de paso, la vegetación del entorno, e incluso el origen geológico del manantial que da nombre al pueblo. En esta ocasión, sin que sirva de precedente que también podría ser en otros casos, lo hacemos desde el punto de vista de su historia.

En un itinerario hacia el levante valenciano, y antes de la visualización incluso del pueblo, es posible ver ya “su castillo”; denominación digamos algo vulgar si se compara con sus otras referencias toponímicas más acordes con el pasado al que nos referimos, como la “Torre de Piquillos” o la “Torre de Doña Urraca” o de “Santiago”; sustituto al parecer del morisco de la Alfariella o Alarilla.

Evocador de luchas; de encierros reales o de adelantados ambiciosos; de Reconquista medieval frente a los organizados ejércitos de al-Andalus; de recuerdos a Alfonso VI, a amoríos ciertos o ficticios con la bella Zaida, a Alfonso VIII, a Alfonso I el Batallador, al comendador Mayor de Castilla, a Pedro Manrique y a Álvaro de Luna presos no menos ilustres de sus mazmorras, a Maestrazgos, a Encomiendas, a Órdenes Militares con la de Santiago a la cabeza.
A los antecedentes medievales apuntados hay que unir los visigodos y romanos, y los posteriores de las capillas y ermitas de sus devociones, tales como las de San Andrés y de la Virgen de Alarilla con no menos tradición que las señaladas, la Fuente de la Dueña ya citada o el puente de hierro del XIX. En definitiva un pueblo, que como muchos otros, goza de un encanto especial y que por méritos propios merece estar en este apartado de Siringa.