viernes, 21 de noviembre de 2008

Campos de Aranjuez

Habitualmente, las referencias paisajísticas que se suelen hacer a los sitios emblemáticos de cualquier lugar del globo tienen como principales protagonistas a los bosques frondosos, ya sean perennifolios, caducifolios o mediterráneos (si hablamos de parajes generales de la península ibérica). Aderezado con un sotobosque no menos tupido con arbustos típicos perfectamente adaptados a la zona que se considere, ya sean helechos, jaras, zarzas, … .
En nuestro espacio Paraísos de Madrid también se han sacado algunos de estos sitios con esas peculiaridades; válganos como muestra algunos de los puntos seleccionados hasta la fecha. Sin embargo, hoy nos vamos a acercar a un paraje que por insólito no suele salir en las preferencias de la gente, pero que indiscutiblemente también tiene su encanto. Nos referimos a las zonas septentrionales de la Comunidad de Madrid, en las proximidades de las vegas atravesadas por el río Tajo, próximo a Aranjuez, en el camino natural hacia la ciudad imperial de Toledo.
Como puede observarse, no se trata de una zona boscosa donde predominen, robledales, saucedas, encinares o pinares, ni siquiera arbustos exuberantes, sino únicamente matorrales de unos tipos característicos, como son los orgazales, en ocasiones los ontinares, espartales y los albardines entre otras plantas peculiares por lo exóticas perfectamente adaptadas a unas condiciones ecológicas extremas donde se imposibilita la presencia de otras quizás más espectaculares. Todas ellas típicas del denominado piso mesomediterráneo, de ombrotipo climático calificado como semiárido.

El conjunto de las plantas dominantes citadas son originarias, en su mayoría, del mediterráneo oriental, habiendo migrado hacia el oeste hasta llegar aquí donde han encontrado un espacio suficiente para colonizar terrenos con unas características especiales en cuanto a su composición.
Crecen próximas a campos de cultivos permanentes o abandonados, fuertemente antropizados que impiden el desarrollo de otras plantas más sofisticadas, que aprovechan para medrar en los suelos salinos de naturaleza yesífera y nitrosa de la zona con un cierto grado de inundación gracias a la formación de cuencas endorreicas de dimensiones más o menos reducidas en rocas de edad cenozoica.
En definitiva, se trata de plantas capaces de colonizar hábitat inhóspitos para la vida vegetal en general, que se encuentran en equilibrio inestable y son muy susceptible a los cambios, por lo que se hace también prioritaria su conservación. Forman conjuntos abiertos entre cuyos claros se ubican otras especies xerofíticas, así como arbustos pequeños del tipo del romero y del tomillo, sin lugar a dudas, con una belleza innegable que reclamaba por derecho propio su aparición en nuestra página de Siringa.