lunes, 8 de septiembre de 2008

Valle de La Barranca.

Volvemos a la naturaleza más rotunda de la Comunidad de Madrid, para traer al espacio de Paraísos otro paisaje excepcional como es el valle de La Barranca; una zona reservada dentro del Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares, al pie mismo de los altos de Las Guarramillas y de La Maliciosa.
Gran número de excursionistas, senderistas de hecho e incluso deportistas se acercan a él sin dificultades desde el pueblo de Navacerrada buscando como referencia orientadora el hotel del mismo nombre o la conocida escuela de hostelería, instalada en un edificio anexo del antiguo hospital de disminuidos psíquicos hoy demolido, que a su vez estuvo dedicado antes a la curación de los enfermos de tuberculosis, sin duda gracias a la pureza de los aires que se respiran en la Sierra; y como objetivos por cumplir, encontrar la tranquilidad de sus espacios, el sosiego relajante; los senderos que hacen camino o las abruptas pendientes del “kilómetro vertical de la Barranca” para entrenar músculos y poner a punto el corazón ante futuras competiciones.
El ascenso por el valle se realiza entre una arboleda en continua transición compuesta esencialmente por encinas, rebollos, robles, pinos silvestres, albar o pinos de Valsaín, estos últimos en las zonas más altas antes de llegar a las crestas. Majestuosos en su porte, de tallos asalmonados cuando pierden naturalmente su corteza, forman un tupido bosque de repoblación/explotación con la suficiente umbría como para no pasar calor en el intento de marcha rápida ni siquiera en las épocas del estío más acusado, y con los claros necesarios para solearse lo preciso en un ambiente húmedo aportado no solo por las plantas sino también por las dos presas sucesivas instaladas sobre el río Navacerrada, que antes, en su cabecera, cerca del cordal fue arroyo, el de la Peña Cabrita encajado en su garganta, la del Infierno, y después, aguas abajo, el Samburiel, antes verter sus aguas al Manzanares ya en el Real pueblo.

Los helechos, los arbustos espinosos y pringosos como el rosal silvestre, las zarzas, el tomillo, el romero, la jara,… , además de herbáceas autóctonas caso del azafrán serrano y la gayuba, esta última con múltiples aplicaciones ecológicas e incluso médicas, ya que sus estructuras constituyen un eficaz paraguas contra el impacto violento de la lluvia, es una fuente especial de abono nitrogenado, posee una capacidad de absorción del agua de escorrentía superficial que la convierte en un protector ideal del suelo edafológico frente a la erosión activa y de la que, para colmo, se extraen los principios inmediatos necesarios para la curación o alivio de infecciones urológicas clásicas, caso de la cistitis y de la uretritis, ¡hay quién de más por menos, en los alrededores!.
Todos ellos y muchos más, constituyen el “cortejo vegetal”, el sotobosque y el tapiz superficial del valle, encajado entre los collados que apuntan hacia las cimas que lo cierran al poniente, como las del cordal de las Cabrillas, con la Peña Horcón, Emburriaderos y el col de la Cabrita, mientras que la Bola del Mundo, las Guarramillas y la Maliciosa lo hacen a levante; antes de dar paso a una vegetación típica de alta montaña, adaptada a unas condiciones climáticas extremas, como los piornales, los enebros rastreros, los herbazales de altura y los cervunales, de escaso desarrollo vertical, situados a pocos centímetros sobre un suelo más o menos pelado, descarnado por efectos de una gelifracción intensa en los crudos inviernos, actuando sobre un sustrato con huellas de morfología glaciar mucho más antigua.
En un paisaje como este no es de extrañar la presencia de jabalíes, rebecos, cabras montesas y otros herbívoros, otra cosa es su visualización; ni el vuelo majestuoso de grandes pájaros como los buitres leonados o la cada vez más escasa águila imperial, oteando desde las alturas sus posibles fuentes de comida, todos ellos entre una cohorte de alados negros próximos al suelo, de graznidos estridentes, cuervos, cornejas, grajas. Ardillas saltarinas o reptiles a la caza del rayo activador, entre un sin fin de invertebrados completan el espectáculo visual, al que deben acercarse, como recomendación reiterada, con la sana intención de integrarse en él, no de constituirse en su pieza negativa destacada.

(Imagen superior tomada de www.sistemacentral.net/foro/viewtopic.php?t=3...)