miércoles, 24 de diciembre de 2008

Por la Alcarria Madrileña.

Que Madrid es un lugar de encuentro de gentes, culturas, pueblos, un crisol donde se funden todas ellas hasta conseguir que nadie se sienta extraño, no puede ponerse en duda. De Madrid al cielo dice el dicho, eso sí a toda velocidad. Hoy traemos a Paraísos de Madrid y como muestra de esta hibridación perfecta, un pueblo navarro, aunque paradójicamente está situado en el Corredor del Henares, en la Alcarria madrileña o alcalaína, en el sureste de la Comunidad. Y no porque de una forma mágica podamos hacer un traslado vertiginoso desde su territorio ancestral hasta aquí, sino porque fue un navarro el que dejo en el paisaje madrileño una muestra evocadora de su valle original. Como alguno ya habrá adivinado se trata de Nuevo Baztán.
Fundado en 1709, fue diseñado y construido por la mano maestra del arquitecto Dº José Benito de Churriguera, creador de un estilo propio (el churrigueresco), un barroco genuino hispano. Levantado en medio del páramo madrileño en terrenos pertenecientes en el siglo XVIII al pueblo vecino de Olmeda de las Fuentes (antes de las Cebollas), por orden de Dº Juan de Goyeneche, un activo personaje de múltiples ocupaciones, y sobre todo de ideas vanguardistas, originario del valle de Baztán, que pretendía abrir en el pueblo, habitado esencialmente por artesanos, y en la ruta Alcalá Toledo, una serie de industrias múltiples entre las que destacarían las del vidrio y la cerámica, de sombrerería, de pieles y telares, sin olvidar el aprovechamiento agrario de los campos del entorno para lo que ordenó las correspondientes plantaciones olivareras y de vides que hicieran rentable la agricultura en una época marcada por el ocaso generalizado del país.
Si la Iglesia dedicada a San Francisco Javier y el palacio adjunto son las muestras representativas de este peculiar paisaje urbano, tampoco debe dejarse de visitar el entorno natural. Nuevo Baztán está situado en plena Alcarria madrileña, lo que es lo mismo que decir en una sucesión continua de morfologías peculiares del terreno, constituidas por los páramos o parameras más altos y las vegas más bajas de los ríos de la zona, caso del Henares, Tajuña o Jarama o sus afluentes, unidas ambas por las laderas en pendiente.
La toponimia de la zona en algunos casos da pistas sobre otros elementos destacados del paisaje. Así, las olmedas; desarrolladas en el contacto litológico entre la codiciada caliza de los páramos para la explotación canterable y las rocas más blandas e impermeables de las unidades litológicas situadas por debajo, las margas y los yesos; y las surgencias de agua en fuentes naturales, son un ejemplo a tener en cuenta.

El entorno alberga, junto a la vegetación típica seudoesteparia de los páramos, árboles y arbustos diversos como los: quejidos, chaparros, álamos, chopos, además de las citadas olmedas, que dan cobijo a una fauna variada entre la que destacan grandes grupos de vertebrados, como: conejos, liebres, jabalíes, así como diversas especies de aves, muchas de ellas en peligro de extinción, como son los sisones, perdices y codornices, águilas perdiceras e incluso reales, halcones peregrinos... . En cualquier caso Siringa recomienda este pequeño paraíso, sobre todo si se quiere encontrar un espacio de sosiego alejado de la vertiginosa vida de la capital, tan próxima.

martes, 9 de diciembre de 2008

Las maravillas del valle de la Fuenfría


Posiblemente uno de los valles con mayor encanto de la Comunidad de Madrid sea el de la Fuenfría. Por su longitud, (6 Km.), su anchura, (2,5 Km.) y su disposición entre crestas en dirección norte sur de forma perpendicular a la Sierra de Guadarrama, hace presumir su encanto natural, aunque tampoco carece de otros valores de carácter histórico.
El propio valle ha sido una encrucijada de caminos desde tiempos inmemoriales, posiblemente incluso desde antes de la presencia de las legiones y ciudadanos romanos en la zona. Culmina con el puerto del mismo nombre que constituye la frontera natural entre la provincia de Madrid y la vecina Segovia. Está limitado en ambos flancos por alturas considerables, algunas por encima de los 2000 metros de altitud, caso de la alineación más famosa de la zona, la de los Siete Picos, (2138 m el mayor de ellos).
La belleza del valle desde todos los puntos de vista, ya sean históricos; con algunos tramos perfectamente conservados de calzada romana y sus correspondientes puentes sobre el arroyo principal de la zona de idéntica época; o naturales, con la presencia de un bosque espectacular con notables poblaciones de árboles y arbustos que es preciso destacar a la vez que contemplar donde se cobijan numerosas especies de animales, lo que le permite ser uno de los predilectos para los visitantes a pie o en bicicleta de montaña, afortunadamente los únicos medios posibles de acercarse a él en toda su extensión.

El acceso hasta las Dehesas de Cercedilla, convertido en lugar de descanso multitudinario es extremadamente fácil para los vehículos a motor y, por tanto, peligroso para la propia conservación del entorno. Desde allí, sale el primer regalo para el caminante, la célebre calzada romana de Cercedilla, así como la conocida carretera de la República, convertidas ambas en las vías de acceso al puerto de la Fuenfría, una y otra tienen distintos grados de dificultad, mucho mayor en los tramos más empinados de la calzada.
Esta construcción es una de las mejores muestras de red viaria de este tipo que se conserva en la Península Ibérica. Su “statumen”, el “rudus” y la “summa crusta” o capa de rodadura está perfectamente conservada. Construida en el siglo I d. C en este tramo tiene una longitud aproximada de unos 2,5 Km., visible de forma discontinua a lo largo del arroyo de la Venta desde su nacimiento en el puerto hasta la carretera de las Dehesas que posiblemente oculte algunos tramos significativos.
Aún está por establecer por qué ciudades pasaba y que puntos unía al no ponerse de acuerdo los distintos autores especialistas en el tema. Lo que si parece evidente es que el territorio carpetano, llamado así por los romanos y hoy ocupado por la Comunidad madrileña, debía ser centro de operaciones y comunicaciones entre las diferentes ciudades de la Hispania Imperial, ya sea en la ruta diagonal Caesaraugusta-Emérita o en la norte sur entre la Astúrica y Córdoba, entre las que deberían encontrarse las tres ciudades que aparecen citadas en los textos clásicos, alguna de difícil ubicación actual, caso de Miaccum y Titulciam, otra de posición reconocida universalmente como Complutum, tanto en la época romana, como en las sucesivas.
De no ascender hacia las cumbres por la calzada romana es posible hacerlo por la carretera de la República, hasta alcanzar los Miradores de los Poetas, en referencia a M. Aleixandre y L. Rosales, asiduos visitantes de la zona, y desde donde no se sabe que es mejor, si que el día este despejado para otear completamente el valle en toda su extensión o que la condensación forme un mar de nubes en él a nuestros pies en sus partes bajas, mientras que el observador queda por encima, en cielos despejados; en cualquiera de los dos casos el espectáculo visual está garantizado.

Después de descansar y reanudar el camino, es obligatorio pasar sucesivamente por el Reloj de Cela, la pradera de Navarrulaque para ir ascendiendo hacia el puerto de la Fuenfría haciendo una parada especial en la llamada Ducha de los Alemanes, en el arroyo de la Navazuela, un pequeño salto no tan espectacular en altura como bello en el paisaje, para una vez alcanzado el collado, continuar bien por la izquierda hacia la Fuente de la Reina y el valle de la Acebeda o las conocidas “siete revueltas” del Puerto de Navacerrada, o por la Fuente Herreros e iniciar el camino Smichd que a través de un bosque denso al norte del Collado Ventoso, los Siete Picos y el Telégrafo, que nos irá aproximando al puerto de Navacerrada.

El bosque de pino silvestre es el característico de todo el valle, hasta enlazar, en su momento con el de Valsaín. Aunque la floresta también permite la presencia de otros árboles de hoja caduca, sobre todo en el arroyo de la Venta que es el que sigue primordialmente la calzada y en las zonas más bajas del valle, para culminar en las crestas más altas con las praderas de matorral de alta montaña.
Perdida definitivamente la fauna carnívora representada en su momento por el lobo, el oso o los linces, aún son posibles ver en la zona otras especies protegidas como los buitres negros, las águilas imperiales, así como la célebre Graellsia isabellae, una mariposa nocturna de excepcional belleza, característica de los sistemas orográficos como el madrileño, donde constituye uno de los endemismos típicos.