viernes, 27 de febrero de 2009

El Puente de la Mocha

Nos acercamos en esta ocasión al suroeste de la Comunidad; a una zona de encrucijadas serranas, donde confluyen la del Guadarrama, madrileña de adopción, y la parte más oriental de la de Gredos en la vecina Ávila; para presentar otro entorno ideal con un paisaje idílico en el que destacan algunos elementos que lo conforman.
Así, la topografía, relativamente abrupta y escarpada, en su aparente desestructura, obliga al río principal, el Cofío, abulense de nacimiento en la sierra de Malagón y a 1722 m de altitud en el término de Peguerinos, a entrar en nuestra Comunidad por Santa María de la Alameda, para volver circunstancialmente a salir divagando entre gargantas a su tierra de origen en Ávila y retornar definitivamente a Madrid, donde termina su periplo al desembocar en el Alberche a la altura del embalse de San Juan.
En el entorno destacan otros elementos naturales como los extensos pinares que cubren las vertientes y los bosques de ribera que delimitan los ríos y arroyos de la zona, donde se encuentran chopos, fresnos, álamos, sauces y alisos, que sirven de cobijo a toda una gama de fauna avícola complementada por la abundante terrícola y la apreciada fluvial. Y las antiguas infraestructuras que lo cruzan, entre las que destaca el relativamente conocido Puente de la Mocha, a la que se hace referencia en el título, una construcción que sin ser, al parecer, lo que el pueblo dice que es, un puente romano o puente de los Cinco Ojos, no deja de tener un encanto especial.

Al parecer, el puente es una construcción con un origen controvertido. Posiblemente bajo medieval como parece atestiguar la construcción de las bóvedas en degradación que le dan el perfil de lomo de asno, típico de las construcciones medievales. Quizás renacentista, ligado a la colonización cristiana durante la Reconquista de las tierras castellanas. Construido para salvar en dirección este oeste el río y dar servicio maderero de los excelentes pinares de donde se extraía el recurso al monasterio de El Escorial. O, como dice la imaginería popular, romano, remodelado con posterioridad.
El nombre popular de puente de los Cinco Ojos tampoco le hace justicia puesto que no dispone más que de cuatro arcadas de medio punto y dos vanos de losas planas sobre el cauce, todo él en sillería de granito, como no podría ser de otra forma teniendo en cuenta la naturaleza del substrato.
La posibilidad de visitar este paraje y el monumento que lo adornan se ofrece en una marcha de alrededor de cuatro kilómetros desde el mismo pueblo de Valdemaqueda; un paseo asequible al estado físico de cualquier persona con un grado de dificultad mínimo. Sin embargo Siringa, como en todos los demás casos, recomienda “una visita sin huella” que permita conservar y mantener el entorno tal y como estaba al menos hace más de seiscientos años.